"Cuanto mƔs callados, cuanto mƔs pacientes y sinceros sepamos ser en nuestras tristezas tanto mƔs profunda y resueltamente se adentra lo nuevo en nosotros."
Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta
Cuando pequeƱo pensaba que para
escribir algo diferente, original, debĆa dejar de leer a otros autores, pues el
tener contacto con su literatura podrĆa influenciar un estilo que estaba, y aĆŗn
estĆ”, en formación. Finalmente entendĆ que leer a los “grandes” -y tambiĆ©n a
los mĆ”s “pequeƱos”-, trae mĆ”s beneficios que elementos negativos a un novato en
la tarea. De ahà el acercamiento que haré con dos escritos de dos autores
reconocidos en la escena: “La tradición y
el talento individual” de Thomas Stearns Eliot y “Cartas a un joven poeta” de Rainer Maria Rilke. Si algo hubiera
querido escuchar en esa etapa, de seguro habrĆa sido algo como lo contenido en
esos dos textos. Pero antes de comenzar, plantearƩ algunas preguntas para la
reflexión, nada novedosas aunque Ćŗtiles para el propósito de este ensayo: ¿el
escritor nace o se hace? Si tomamos en cuenta el auge de los llamados “talleres
literarios” (de producción literaria, literatura, escritura creativa, entre
otros varios tĆtulos) podemos, sólo tal vez, advertir que el ser escritor es
una posibilidad entre muchas que podemos aprender, aunque ¿realmente se puede
educar a alguien para que se vuelva escritor? Asumiendo que sà se puede enseñar
o al menos encausar ¿serĆ” posible que todo aquel sujeto preparado
pedagógicamente para serlo, sea uno bueno, destacable, el mejor? Y ¿CuĆ”ntos de
los inscritos -quizÔ aún mÔs durante este periodo de cuarentena intentando
llenar los huecos existenciales de sus horarios libres- terminarĆ” siendo
“exitoso” o siquiera leĆdo y, en un podio superior aĆŗn, disfrutado por otro?
Asumamos que para llegar a un
estado de excelencia literaria debemos seguir ciertas pautas, distintas a las
del Ć©xito comercial que tiene las propias. Lo lógico serĆa extraer tales
“requisitos” de la experiencia de quienes lo consiguieron, pues la experiencia
representa uno de los grados mĆ”s elementales de conocimiento. En esa misma lĆnea,
son varios los autores que tras su partida han dejado por escrito indicaciones
a los nuevos escritores para enseƱarles a dirigir su senda. Tales “direcciones”
son al margen de los conocimientos tĆ©cnicos que de por sĆ deberĆa tener aquel
sujeto que decide tomar esta ruta, cuestiones que con el tiempo y el constante trabajo
se irƔn perfilando. Partamos comentando al Premio Nobel de Literatura de 1948,
T. S. Eliot. Del texto “La tradición y el
talento individual”, una serie de cartas dirigidas a un escritor que se preguntaba cómo mejorar su poesĆa, destaco lo siguiente: el esfuerzo por
sobre cualquier cualidad que se crea innata. AdemƔs encamina al poeta a conocer
la tradición, esa historia inmediata al escritor y su época, que lo dote de
elementos para encajar con el molde y, una vez dentro o inmediatamente desde
fuera, alterarlo para que se modifique (adapte) o sea “reemplazado”. Es decir,
aquella excelencia literaria no se harĆa sino a travĆ©s del trabajo duro y sólo
a travƩs del conocimiento del pasado, de lo que otros hicieron, de sus
experiencias, consejos, como lo estamos haciendo ahora, en parte, nosotros. El
autor de “La tierra baldĆa” se
refiere al conocimiento como una conciencia del pasado, de la cual el poeta
deberĆ” apropiarse constantemente para refundar su tarea creativa, ya que la
experiencia de reflexionar sobre el pasado lo hace consciente de su propia
contemporaneidad. Por ello renuncia a su personalidad, para pertenecer a un
todo mĆ”s grande, “mĆ”s valioso”. Eliot
también se refiere a la aspiración de la perfección técnica que dependerÔ de la
misma historia. En ese sentido se opone totalmente a la visión que tenĆa mi yo de
niƱo, pues no habrĆa mejor forma para refinar la tĆ©cnica de producción
literaria que aquella que parte del estudio y revisión de los antiguos, tanto
de sus aciertos como de sus errores –si somos tan hĆ”biles para encontrarlos.
Por otro lado, de Rilke subrayarƩ
lo siguiente: primero la suspensión de las crĆticas, de la cual discrepo, pues
en mi experiencia el uso del lenguaje argumentativo, lógico, también puede
aportar, desde una arista mƔs concreta, a la labor del poeta, como una especie
de bĆŗsqueda de alternativas en base a sugerencias y comentarios acabados. Esto
también puede ser visto como una revisión de estilo para el refinamiento de las
capacidades escriturales, eso claro si la crĆtica persigue como propósito el
propiciar el mejoramiento del autor y no su extinción o alejamiento de la
escena. Junto a lo primero el autor se refiere a la relación necesaria entre
soledad y obra de arte, espacio donde el poeta se adentrarĆa pacientemente en
sĆ mismo, buscando conclusiones a sentimientos e impresiones. Con esto subraya
el carĆ”cter independiente del escritor como mĆ©todo creativo. “El creador debe ser un mundo por sĆ mismo”
dice Rilke, aunque no puede olvidar la necesidad de considerar al otro –u
otros- en el proceso de producción, pues el resultado serÔ inevitablemente
completado por esos otros. Tal vez la soledad es un buen paso para comenzar,
pero sólo en alguna parte del entramado creativo. Finalmente el autor plantea volver
a pensar las cosas desde la infancia, por su sencillez y tranquilidad. Siendo
eso Ćŗltimo quizĆ” el mejor consejo, pues para todo deberĆamos asumir nuestra
existencia del modo mĆ”s amplio posible, consiguiendo ver con “Ć”nimo las cosas mĆ”s extraƱas, mĆ”s
portentosas y mĆ”s inexplicables”. Conseguirlo puede que sea mucho mĆ”s
difĆcil que explicarlo.
Para finalizar, resumiremos que ambas
propuestas contienen elementos que resultan provechosos de considerar. De ahĆ la
posibilidad de una tercera propuesta –mĆ”s personal si se quiere-, que recoja y
actualice los criterios dispuestos por estos grandes autores. De cualquier
modo, queda claro, al menos a partir de estas dos voces autorizadas, que el
escritor es un sujeto que se hace, ya sea a partir de su estudio sobre otros o
su forma de acaecer en el mundo. Las crĆticas y comentarios debemos tomarlos
como una posibilidad de mejorar sin morir en el intento o hacer como Rilke e
ignorarlas. Dejaremos fuera del marco literario cualquier escenario
supersticioso, que figure al autor como un ser supraterreno, nacido entre
muchos con un don, venido aquà para enseñarnos a ser quienes ya somos y lo
pondremos en su lugar, como una posibilidad, especial para los mƔs romƔnticos, dentro
de las muchas que pueden ser -si tomamos el camino correcto.
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