Acuérdate de mí,
Concepción
en las tablas agusanadas del patio del jardín,
ese jardín donde extraviamos la infancia,
me viste olvidar las tardes
extrañar a mi madre
inhalar el vapor de la leche y la nata
los pantalones sucios y el orgullo que se arrebata.
Acuérdate de mí
caminando en la cuerda floja de la niñez distraída
en una escuela de techos mojados
y baños con barro
con temor de quedarme dentro
y más miedo de estar afuera.
Acuérdate de mí
de mi familia
de la pieza estrecha
del colchón masticado
y las almohadas sudadas.
Acuérdate de las entrañas hirvientes
de la sopa con hambre
de la fobia a la noche
y a dejar de tener cuando se tenía.
Acuérdate de mí
del frío en la calle
del pan mal rebanado
del sexo furtivo
del amor diluido
y las mañanas sin recuerdos.
Acuérdate de la gloria y la razón
del mar lejano
y las noches sin control.
Acuérdate de mí
y de mis errores
del tiempo mal gastado
de beberme los problemas
y fumarme el dinero de la cena.
Acuérdate de la inocencia
perdida en noches pasajeras
o del crepúsculo
con una cerveza entre la espera.
Acuérdate de mí,
ciudad mía.
Recuérdame bien,
Concepción.
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